Muchos habían abandonado Goshen y se habían mezdado entre los egipcios quienes se volvieron en su contra esclavizándolos de la forma más cruel e inhumana. Fueron largos los años de sufrimiento bajo el yugo de los capataces egipcios.
A simple vista parecería no haber un propósito claro en todo esto. Sin embargo, debemos comprender que para producir acero, se debe fundir mineral de hierro en un horno a muy alta temperatura, con lo cual el producto resultante tiene gran resisten-da. Egipto representó para los hijos de Iaakov ese horno de fundición del que emergió una nación más vigorosa con su fe en el Todopoderoso intacta. El sufrimiento les hizo entender que sus vidas y prosperidad futuras estaban exclusivamente en manos de Di-s.
A pesar de las tragedias y las penurias que produjo la esclavitud, los judíos mantuvieron, sin embargo, su identidad singular como hebreos. No cambiaron sus nombres, su lengua ni su forma de vestirse. No hubo casos de asimilación o casamientos mixtos. Por el contrario, fue en ese medio hostil, de constante opresión por crueles tiranos y capataces, donde los descendientes de Iaakov se fundieron en una hermandad eterna.
Sin embargo, luego de tantos años de tormentos, carecían del estado de ánimo o la estatura espiritual como para convertirse en el pueblo elegido de Di-s. Di-s debía obrar algún milagro que liberara a su pueblo del cautiverio físico y moral en que se encontraban.
Extraído de Ayer, hoy y Siempre Editorial Bnei Sholem