
de las Palabras del Rebe de Lubavitch
La verdadera prueba del servicio Divino de un judío se ve precisamente cuando se encuentra con obstáculos y dificultades. La prueba sirve para revelar sus habilidades ocultas, y su servicio de Di-s se fortalece con la experiencia.
Los 40 años de deambular por el desierto fueron una prueba para todo el pueblo judío, una preparación para su servicio en la Tierra de Israel. En general, hay dos tipos de pruebas que una persona puede enfrentar: la prueba de la riqueza y la prueba de la pobreza. El juicio de los judíos en el desierto consistió en ambos elementos, y esto se reflejó en el fenómeno del man.
Esta semana, en la parte de la Torá de Ekev, leemos sobre el man, un alimento Divino, “pan de los cielos”. En el desierto, el pueblo judío no tenía que preocuparse de dónde vendría su próxima comida; el man caía previsiblemente del cielo cada día. Era completamente digerible y tenía el sabor que la persona deseaba. Además, el man estaba acompañado de piedras preciosas y perlas. Así, el man simbolizaba del epítome de la riqueza.
Al mismo tiempo, sin embargo, el man también encarnaba un elemento de pobreza. Comer man, el único sustento ofrecido a los judíos, no era tan satisfactorio como la comida normal. Además, los judíos sólo recibían suficiente man para ese día en particular; nunca había ningún extra. Es de la naturaleza humana, que cuando una persona se abastece de comida en su casa, se sacia después de comer muy poco; pero cuando no hay nada en su alacena o depósito, nunca está completamente satisfecho.
Así vemos que el man era extremadamente contradictorio. Por un lado, era el sustento más rico que una persona podía pedir; por el otro, era pobre y poco satisfactorio.
Cuando la persona miraba el man, solo veía el man, y no los alimentos cuyo sabor estaba experimentando. Esto en sí mismo causaba una sensación de privación. Y debido a que los judíos sólo recibían suficiente man por un día, tenían que tener fe en que Di-s también lo haría caer al día siguiente. Entonces, aunque el man era el epítome de la abundancia, desde el punto de vista de los judíos era una prueba de pobreza, ya que la aspereza de sus cuerpos físicos les impedía apreciar plenamente sus cualidades Divinas.
En verdad, el man nos enseña una lección sobre cómo superar ambos tipos de pruebas que podemos encontrar a lo largo de la vida:
Cuando un judío es bendecido con riqueza, no debe pensar que es el resultado de sus propios esfuerzos. Más bien, debe recordar siempre que es Di-s quien le ha otorgado estas riquezas. Y si, Di-s no lo quiera, la persona se enfrenta a la prueba de la pobreza, también debe recordar que “ningún mal desciende de lo Alto”. Su sufrimiento es la consecuencia de sus propios errores, y debe aceptarlo con amor. Porque Di-s solo otorga recompensas y beneficencia, a pesar de las limitaciones de nuestros ojos físicos.
Adaptado de Likutei Sijot, Volumen 4