Shabat aparece en los Diez Mandamientos: «Porque en seis días hizo H’ al cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos y descansó el día séptimo; por eso bendijo el día Shabat y lo santificó» (Éxodo 20:11).
Esta argumentación, que se basa en el relato de la creación del mundo «Y habiendo terminado D’s el día séptimo la obra que había hecho… y bendijo D’s el séptimo día y lo santificó…» (Génesis 2:3), enfatiza la esencia del Shabat: al respetarlo se atestigua la Creación divina del mundo. El Shabat es de alguna manera, «el recuerdo de la Creación» y es la piedra fundamental de la fe monoteísta,
El Shabat es también «recuerdo de la salida de Egipto». En los Diez Mandamientos leemos: «Acuérdate de que fuiste siervo en la tierra de Egipto y que H’ tu D’s te sacó de allí con mano poderosa y tenso brazo. Por consiguiente, H’ tu D’s, te ordena que guardes el día Shabat» (Deuteronomio 5:15): el Shabat no sólo tiene un valor universal, también tiene un valor nacional de primer grado.
La transición semanal de lo profano a lo sagrado, del trabajo al descanso, es similar al pasaje de la esclavitud a la libertad, como les ocurrió a nuestros antepasados cuando salieron de Egipto. La finalidad del Shabat es darnos la sensación que la historia se repite: el milagro de la salida de Egipto, de la redención, de la salida de la oscuridad a la luz y de la esclavitud a la libertad.