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Teshuvá en las alturas

Hace un tiempo tuve la posibilidad de estudiar en Israel, en un colegio de estudios terciarios en Tzfat. La anécdota que les quería contar ocurrió en el vuelo de regreso a la Argentina. Se trataba de un avión de El Al, con conexión en Brasil.
Cada uno estaba en sus ubicaciones…o al menos intentando ubicarse. Me había tocado en la fila de tres asientos del lado del pasillo. El de al lado estaba libre, y el siguiente ocupado por una mujer brasilera. Detrás de la mujer, se encontraba sentado un hombre de tamaño importante, ocupando un asiento y medio y medio pasillo.
El avión despegó (gracias a Di-s), y al alcanzar la altura crucero, los carteles de abrocharse los cinturones de seguridad se apagaron, y como es de esperar, todos los pasajeros comenzamos a reclinar los asientos. En eso, escucho unos gritos provenientes de la fila de atrás. “¡Pará! ¿Qué estás haciendo? ¿Me querés matar? ¡Azafata!”. Todos los pasajeros nos dimos vuelta para ver de dónde provenían semejantes aullidos. Resultó ser, que este hombre sentado detrás de la brasilera, estaba sufriendo de “aplastamiento” y la culpable era esta señora que inocentemente reclinó el asiento.
En un abrir y cerrar de ojos, aparecieron en el pasillo unas cinco azafatas intentando calmar al hombre, bajo las miradas curiosas de todos los pasajeros.
-Pero, ¿qué clase de compañía es ésta? ¡Saquen a esta mujer de acá, me acaba de aplastar!
-Señor, ella no tiene la culpa. Si le molesta, cámbiese de lugar, hay más asientos libres.
-¡Que no! ¡Éste es mi lugar!
Luego de varios minutos de discusión finalmente nuestro amigo decidió sentarse en el asiento de al lado suyo que estaba vacío, o sea, el del medio de la fila de tres.
Pasó todo el viaje (literalmente “todo”) adornando el aire con bellezas lingüísticas, que por motivos más allá de los obvios, no voy a repetir.
Luego de quince horas, comenzamos a descender a tierras brasileras. Tenía un par de horas de espera, para luego tomar conexión con Varig hacia Buenos Aires. Era un vuelo mayoritariamente de argentinos, por lo que habían bastantes vuelos que hacían la ruta San Pablo-Buenos Aires.
“Lo único que me falta, es que este hombre viaje conmigo”-me dije a mi misma.
En el segundo que el avión tocó tierra, el señor se paró y comenzó a gritar: “Preciso un médico, me baja la presión”. Minutos más tarde, era llevado por los paramédicos del aeropuerto hacia un cuarto.
Ahora, por supuesto que ya deben de imaginarse que efectivamente, nuestro personaje tenía la misma conexión que yo.
Déjenme agregar algo. Estaba sentado en el asiento de al lado mío. Yo tenía pasillo derecho y él, pasillo izquierdo.
¡Mi vecino!
Bien, en frente de él, había una familia de judíos observantes, matrimonio con tres hijas pequeñas, que también habían compartido con todos nosotros, los pasajeros de El Al, una aventura voladora.
“Escuché que se sintió mal”- comenzó diciéndole el padre de la familia.
“Sí, una señora me aplastó con el asiento, la verdad que fue un desastre el vuelo, ya quiero llegar…no puedo más…¡¡Argentina Querida!! Ya no soporto más”
Luego de intercambiar un par de palabras, escuché que este padre de la familia le pregunta: ¿Te pusiste los Tefilín hoy?
Imagínense mi sorpresa.
“No”, le contestó el hombre.
“Esta bien, quedan 20 minutos para despegar, te voy a poner Tefilín”
“Pero no tengo Kipá”
“No te hagas problema, yo tengo una acá” Y diciendo esto, se levantó, agarró la bolsa con los Tefilín, le puso la Kipá en la cabeza y le hizo recitar la bendición correspondiente.
Ver esa imagen, del hombre con los Tefilín, era presenciar un milagro.
Para hacer una larga historia corta, ellos se quedaron charlando todo el tiempo acerca del judaísmo y quedaron en que cuando llegaran iban a ponerse en contacto para seguir la conversación.
Reconocemos la gran visión del Rebe, cuando instituyó la campaña de que cada judío coloque Tefilín. En una ocasión le preguntaron al Rebe, por qué eligió específicamente la Mitzvá de Tefilín habiendo tantas otras en la Torá. A lo que él respondió que colocarse los Tefilín genera un cambio en la persona. Y como surge de esta historia, la persona, al llenar el vacío de su alma con los Tefilín, consiguió también sentirse satisfecho mentalmente y emocionalmente
Nos vemos!!!
Jana

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