
Tenía nueve años cuando tuve a mi primera audiencia privada con el Rebe, de bendita memoria.
El Rebe me preguntó entonces, si yo estaba vistiendo mis Tzitzit, y yo respondí afirmativamente. (Estaban escondidos en mis pantalones).
Entonces el Rebe me preguntó si sabía cuántos flecos había en el Tzitzit. Respondí que no sabía. «¿Por qué no?, me preguntó gentilmente el Rebe.
«Nunca los he contado», respondí.
«¿Has recibido alguna vez dinero?» me dijo.
«Sí», contesté.
«¿Cuentas tu dinero?» insistió el Rebe.
«Por supuesto que sí», respondí, finalmente entendiendo lo que el Rebe intentaba pacientemente explicarme.
«¿Qué es más importante?», continuó el Rebe. «¿El dinero que es temporario, o vestir Tzitzit, y así cumplir con el deseo Divino?»
El Rebe me preguntó luego qué había estudiado aquél día. Eran alrededor de las nueve de la noche, y mi mente se puso repentinamente en blanco. Sin embargo, me acordaba lo que había estudiado el día anterior, y se lo conté. El Rebe me sonrió, y de alguna manera, sentí que el Rebe sabía que aquello no era lo que había estudiado ese día…
Siento que el Rebe quiso enseñarme que no debemos cumplir simplemente mitzvot, sino que debemos contemplar lo que hacemos, incluso hasta en la medida que un chico es capaz de hacerlo. El Rebe me habló de tan buena manera, que no me sentí reprendido; sino, sentí que realmente se preocupaba por lo que sabía y por lo que estudiaba.
Al final de la audiencia, el Rebe cerró sus ojos y me dio muchas bendiciones y me dijo que le de Najat-satisfacción- a mis padres.
Contado por Jaim Moshe Bergstein.