
La era del Primer Templo estuvo repleta de las mayores maravillas y tentaciones. Aunque los milagros eran acontecimientos cotidianos, la gente sucumbió a la tentación de la adoración de ídolos que prevalecía entre las naciones del mundo. La destrucción vino lentamente sobre la nación judía, y aunque los profetas suplicaron al pueblo que regresara de sus prácticas idólatras, fue en vano. En el año 3228 (533 a.e.c), Menashe, el malvado hijo del justo Rey Jizkia, subió al trono de Iehudá. A través de su influencia, la idolatría se extendió. El siguiente medio siglo vio la gran lucha entre los archirrivales Babilonia y Egipto invadir el reino judío, cuando Iehudá se convirtió en un súbdito del rey Nabucodonosor.
El año 434 a.e.c vio la primera ola de exiliados, la élite de Jerusalém, partir hacia Babilonia. Estos hombres incluían a los más grandes líderes y eruditos de la época: Mordejai, Daniel y Iejezkel, hombres que serían instrumentales para producir grandes milagros en el futuro. Ocho años después, el final llegó cuando las fuerzas del comandante babilonio sitiaron Jerusalém y golpearon sus defensas. El Templo Sagrado, el palacio real y el resto de la ciudad fueron quemados y devastados. Los líderes fueron ejecutados y las personas exiliadas bajo condiciones tortuosas. Aunque la destrucción había sido sangrienta y aplastante, los judíos exiliados en Babilonia reconstruyeron gradualmente sus vidas y comunidades. Los gobernantes permitieron a los judíos una considerable independencia para reconstruir la vida judía en el nuevo entorno. Pero, ¿cómo conservar su judaísmo en el extranjero, privados del Templo Sagrado y su servicio Divino, y rodeados como estaban por adoradores de ídolos? La guía de los Sabios de la época estableció el patrón de la vida judía para todas las generaciones venideras al establecer los fundamentos del estudio de la Torá, asegurando la continuidad del pueblo judío tanto dentro como fuera del exilio.
Uno de los primeros exiliados fue Daniel. Junto con tres compañeros, Daniel, de 15 años, asistía al rey en el palacio. Fiel a su educación, Daniel y sus amigos resistieron las tentaciones del estilo de vida real. La sabiduría de los jóvenes judíos llamó la atención, y fueron nombrados para altos cargos en la corte. Nabucodonosor había alcanzado el pináculo de su poder, pero dudaba por el futuro. Uno de los episodios más notables en la vida de Daniel ocurrió cuando el rey tuvo un sueño aterrador. Al despertar, no pudo recordar el sueño. Su terror y ansiedad aumentaron, y convocó a sus consejeros, ordenando le revelaran el sueño y su significado. Pero incluso bajo la amenaza de la muerte, nadie pudo explicar lo que el propio rey no podía recordar.
Entonces, el rey invocó a Daniel. En respuesta a sus oraciones, Di-s le permitió describir e interpretar el sueño. Su explicación fue: en su sueño había una imponente estatua cuya cabeza estaba hecha de oro que representaba a Nabucodonosor. El cuerpo y los brazos eran de plata, lo que simbolizaba Persia y Media, reinos más débiles, que, sin embargo, reemplazarían a Babilonia. Los muslos de la estatua eran de cobre, representando a Grecia, el tercer y más débil imperio de la cadena. Sus piernas eran de hierro, referido al gobierno de Roma, el cuarto imperio. Mientras el sueño continuaba, una pequeña piedra rodaba hacia la figura y la rompía. Entonces, la pequeña piedra se convirtió en una enorme montaña. Esta pequeña piedra representaba al Mashiaj, quien derrocaría estos reinos y traería la paz al mundo. El rey aceptó la interpretación de Daniel y lo elevó a un rango aún más alto.