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Aprendiendo de los niños

* Tzví Freeman -Basado en las enseñanzas del Rebe.
En nuestro mundo no hay calles de única mano solamente. No hay forma de dar sin recibir. No existe quien da y no recibe. Así sucede con los niños. Mientras el adulto le da al niño sus conocimientos y sabiduría acerca de la vida, éste le da al adulto las llaves que le enseñarán cómo apreciar esta sabiduría.

 

¿Qué es lo que el niño tiene para enseñarnos?
El niño cree inocentemente que todo debe ser justo y que todos deben ser honestos, cree que solo lo bueno debe prevalecer, que todos deben tener lo que anhelan y que no tiene que existir el dolor y la tristeza. El niño cree que el mundo es perfecto y se siente terriblemente decepcionado de ver que no es así. Éste sin embargo, se encuentra bien a pesar de esta decepción.

 

• Observa a un niño haciendo alguna actividad; lo que fuere que el niño está haciendo, ahí se encuentra él enteramente, completamente concentrado en su actividad.

 

• El entusiasmo de un niño se desata como una tormenta, tomando el mundo entero del niño. Por esto cuando un chico abraza un nuevo rasgo o característica, esto lo adquiere para siempre.

 

• El niño disfruta de las cosas simples de la vida. Aunque a veces puede tomar un camino equivocado, éste es bueno en sí mismo. Nosotros necesitamos abrazarlo y nutrirlo dejándolo libre de las partes insalubres que puede contener.

 

• El niño no puede aprender algo sin correr, gritándoselo al resto de las personas, y así debería ser con todas aquellas personas que poseen sabiduría y conocimiento.

 

• Cuando el niño siente que algo le falta, el niño lo quiere, lo demanda con todo su corazón y alma, y lo quiere ahora. Nosotros nos encontramos carentes de cosas también, porque el mundo no es lo que debería ser. Debemos demandar de Di-s, entonces que todo sea reparado, y que sea ahora.

 

• El niño da amor por el solo interés de recibir amor, el adulto puede aprender esto.

 

• El niño está seguro de que él es el centro del universo. El padre y la madre y el resto del mundo están única y exclusivamente para satisfacer sus necesidades. Los aspectos indeseables de esta actitud son evidentes.

 

Pero este egoísmo que el niño demuestra tiene su lado positivo; el niño no tiene ningún tipo de problema existencial y siente que a pesar de que en el mundo existen billones de personas, está completamente convencido de que su existencia tiene un significado y que sus buenas acciones tienen una consecuencia para la humanidad. Este niño es el que tenemos que cultivar dentro de nosotros, aquel que tiene la convicción de que todos nuestros pensamientos y buenas acciones, son de real influencia y significación para el mundo entero. Sabemos que un estornudo en New Jersey puede causar una tormenta en China.

 

¿Podríamos entonces decir que puede ocurrir lo mismo en las relaciones sociales? Puede un mínimo acto, una palabra o un pensamiento repercutir en millones de vidas?

 

¿Cómo podemos preservar esa inocencia, toda esa belleza e inteligencia, que se encuentra en el niño, y llevarla hasta el adulto?
Primero, debemos nutrir la belleza que el niño contiene desde un principio. Envolveremos al niño con Torá, le cantaremos canciones que hablen de sabiduría, aún antes de dejar el vientre materno. Convertiremos la pieza del niño en un santuario, lo llenaremos de libros santos, posters con frases llenas de sentido colgarán de las paredes, y colocaremos una alcancía para caridad para ser utilizada diariamente.

 

Luego, cuando el chico emerja y descubra que el mundo que se encuentra fuera es muy poco parecido a su santuario, entonces en ese momento le explicaremos: el mundo que ves fuera, no es como debería serlo, pero tú, yo y todos nosotros lo cambiaremos. Somos compañeros en este proyecto de crear un mundo más perfecto, porque esa es nuestra misión. Y es esto lo que estamos haciendo ahora, con actos de belleza y generosidad, uno por vez.

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